miércoles, 18 de abril de 2012

EL FIN DE SEMANA DE ROBERTAZAR, WANCHOPE Y LA DEMENCIA


Esta semana solo analizaremos como les ha ido tanto a Robertazar, como a Wanchope Arisco. Debido a que sus estados cerebrales han alcanzado locuras límite, demostrando una vez más que la demencia de estos personajes bíblicos, en vez de ir descendiendo con los años, crece cual pene en boca.

Si bien, el fin de semana de Jairo Flamenko también es digno de nombrar, ya que el viernes consiguió que le odiase todo Lerma, recordando viejas bodegas destructivas que hace tiempo que no se le veían, saliendo indemne de varias broncas que el provocaba y consiguiendo incluso el terror en sus amantes mas fieles gracias a su arma de destrucción masiva aquella noche, su cazadora llena de barro cual Lity Ruavieja.

Así que vayamos ya a los verdaderos protagonistas del fin de semana. Robertazar pernocto la noche de viernes mirandesa, sin intención de algo grande en principio, ya que el sábado por la mañana sin mañaneo tenia un largo viaje hacia una fiesta charanguera en Ejea que deseaba desde hace tiempo.

El viernes salió con la mirada puesta en un objetivo claro, había luna llena y luz verde por parte de todas las chicas. Así que la bodega y la bonificación era obligada. Testigos presenciales afirman que consiguió hacerse a una de las más ricas de Miranda. Testigos confirmados como su padre, nos informan que al llegar a casa tuvo que llamar al timbre, ya que no acertaba a meter la llave (algo muy de Robertazar, no acertar a meterla). Al abrirle, su padre, preocupado a los 20 minutos, cuando no subía, bajo a buscarle… Se le encontró dormido en el ascensor encima de su propio vomito.

El sábado la cosa fue a peor, Robertazar llego tarde al bus, como de costumbre, pero allí, en vez de dormir para aliviar su más que contrastada destrucción, encendió Lendakaris Muertos a todo volumen dando un viaje épico a cervezas.

Las fiestas del pueblo las reventó por completo, con su amado saxofón en mano y con su charanga, los míticos Txetis. Les tuvieron que echar hasta del último after. No sin antes Robertazar conseguir dos estupendos sietes en forma de bonificaciones. Cosa arto cecil ya que el porcentaje de féminas en tal fiesta era de un 80 %. Queda mas que claro que puede convertirse en un fijo en nuestro calendario zapatillesco de los W.

Y llegamos al eterno líder, Wanchope Arisco, del que dicen que no esta en sus mejores momentos, aunque él lo desmiente constantemente con detalles de autentico mito de la noche.

Su semana iba floja, solo salió el jueves bernardeando con Flamenko, Yudegas, Mascota y Sol y Sombra. Incluso se perdió el espectáculo del viernes de Flamenko en Lerma. Pero el sábado se vio desde el principio que era otro cantar.

Después de llanear llenando el hígado de veneno, llego a Bernardas, en su amada soledad. Su motor anunciaba tormenta alcohólica desde el principio, y su coherencia no se veía por ningún lado.

Consiguió la bonificación de una cuarentañera poco antes de cerrar el Ojalata, demostrando una vez más que el Premio W a la de mayor edad puede volver a ser suyo. Pero la bella damisela no quiso apagar el fuego interior de Wanchope, así, que el nº1 tuvo que ir, muy a su pesar, a buscar las llaves del Jack Crow.

Allí, se encontró con la ayuda de Oscar P. y de otros nuevos mejores amigos de Wanchope que hicieron que su cartera no sufriese ningún daño. Después de la zapatilla obligatoria en el Jack Crow, Wanchope, consiguió cerrarlo. El sol arreciaba fuerte en su cara, y en la misma puerta del limite vio como un manatí de 120 kilos le metía morro.

Los buenos modales de Wanchope evitaron la cobra, así que la ofreció ir a la esperada intimidad. Entonces, la señorita con miedo a las básculas y amor a los bollos, hundió en la miseria a Wanchope, al que le dijo:

-“No me voy contigo, que besas muy mal.”

Intimidado, la robo el cubatrón, y desapareció. Los espectáculos le buscaban esa mañana, y se encontró de lleno con las festividades del día de la bandera. Lugar obligatorio en el que dar a conocer los Premios W.

Después de alucinar a los presentes con su verborrea incontestable, Wanchope sufrió la visita de Stijn y de los mandamases del lugar, que le pidieron amablemente que abandonase el digno espectáculo a la patria. Él se negó, y al simple hecho de acercarle la mano cayo al suelo pidiendo la ambulancia cual futbolísto en un Madrid-Barca.

La hora de comer se acercaba, pero el motor de Wanchope estaba más que lleno de veneno, así que fue al minusvalorado Klimax, único lugar donde poder cerrar la noche con más suma.

Allí había poco que ganar y mucho que perder, solo se salvaba una única compañía, era ella, los ojos de Wanchope se iluminaron cual Flamenko enfrente de un Kebap, hacia meses que no se sabia de su presencia, se la había dado por muerta incluso en los ámbitos mas dañinos de las conversaciones. Pero no, estaba inconfundíblemente con su Whisky en mano… Marga, la dueña del Límite.

Consiguió sacar cervezas y partidas de futbolín y diana en su compañía, pero ni un simple beso. Se alejan las opciones de ver algún día a Wanchope como marido de Marga y dueño del límite.

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